martes, 30 de noviembre de 2010

En el barrio (1ª parte)

La vida en el barrio es bastante parecida a la idea que me pude hacer el primer día que visité mi nueva casa. Hay mucha gente mayor que se pasa la tarde sentada a la puerta de sus casas en animada conversación con los vecinos; hay también mucha gente joven con niños pequeños... Los chavales juegan al fútbol en la plaza, delante de la iglesia pentecostal; a las siete de la tarde empiezan a aparecer una serie de hombres trajeados y encorbatados (increíble con este calor) que se acercan al templo, van saludando a todo el mundo y tratando a la gente como "hermano"... Son los que cantan en el coro godspel. No sabía que también los lunes se reunían en la iglesia (sospecho que lo hacen todos los días, ya os contaré). Terminan más tarde de las nueve y media. Se oyen los cánticos desde mi casa.
El barrio tiene dos supermercados. Uno de ellos, el Alvorada, está bastante bien surtido y sus precios no son mucho más altos que los del shopping. Hay dos buenas panaderías, una frutería espléndida, dos baruchos, una farmacia y poco más en cuanto a tiendas... También hay un quiosco. Por la calle pasan frecuentemente personajes con carrito... Me explico: hombres preferentemente negros y mayores de 60 años, con un carrito como de bebé, en el que llevan helados más o menos conservados. Aún no me he atrevido a probarlos, por lo que no os puedo contar mucho más de ellos. Sólo deciros que los hombres de carrito llevan unas estruendosas bocinas con las que van anunciando sus productos.
De vez en cuando pasan motoristas que ejercen de aguadores. Llevan un portabotellas en la parte de atrás de las motos con las que proveen a los que tienen dispensadores de agua en casa. Yo, por ahora, uso botellas de 6 litros (de los cuales sólo pagas cinco), pero las tengo que ir a buscar al súper.
Por la calle también pasan jóvenes con coche y sin cerebro. Me explico: en España también existen esta clase de personajes. Tíos (nunca chicas) con coche deportivo o normalito, pero tuneado, con las ventanillas bajas y la música que taladra los oídos. Cuando llegan a la proximidad de un paso de cebra o de un grupo de niñas, la falta de cerebro que tienen les hace instintivamente acelerar, como si les persiguiese la policía, con chirrido de ruedas dejando marcas de 50 R$ de neumáticos en el pavimento con cada acelerón. Así se entiende que haya tantos establecimientos de "Borracharía" en la ciudad. (Borracha es en portugués, caucho, goma o neumático por extensión).

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