jueves, 21 de octubre de 2010

En la Universidad (2: Salto, turno de noche)

Lo prometido es deuda: vamos con el segundo capítulo de lo que me pasó la quarta-feira (el miércoles) en la Universidad de Salto. Bueno, más que lo que me pasó, lo que vi y viví.
Cuando llegué a la Universidad eran ya los últimos minutos de sol del día, hacia las siete de la tarde. Por fuera se ve que la Universidad ha sido una gran fábrica. Es de estilo inglés post-Revolución Industrial. Efectivamente, hasta bien entrado el SXX ha sido una fábrica textil y que se han aprovechado sus diversos edificios para crear aulas, biblioteca, zonas de estudio y hasta un bar con terracita muy animada. La Universidad está encima del Tieté y cuenta con grandes zonas ajardinadas y varias construcciones muy notables.
De entrada te choca que la gente vaya a clase después de cenar, pero bueno, también me choca en España la moda de ir enseñando los calzoncillos (de marca, por supuesto) y no me quejo. Ya cuando para acceder hay tornos y tienes que pasar con tarjeta, el mosqueo es alto, pero lo das como una medida de seguridad para que no accedan vagos y maleantes al Templo de la Sabiduría. Craso error: Lo del acceso es para controlar la asistencia a clase. Pero cuando entras en una clase y ves que, además, pasan lista, ya empiezas a ver que esto es muy distinto. Si, aún por encima, vuelven a pasar lista al terminar la clase, es que ya no entiendes nada. ¿Será porque la profesora se ha podido confundir al pasar por primera vez la lista? ¿Será porque ha anotado la asistencia en un papel de esos de broma, que cuando escribes, al rato se borra? Un misterio.
Bueno, tras un periplo por el exterior de la Universidad, visita guiada por la profesora de Linguagem Vissual, Luciana (por cierto, hija de españoles de Madrid), ella me invita a pasar al interior de la Facultad de Comunicación. Y oye, allí me sentí muy a gusto. Clases de radio, de prensa, fotografía, platós de televisión, todo muy modernito y muy bien. Luciana me presenta al Coordinador-Director (lo que en España sería el Decano) de la Facultad, y concertamos fecha y contenidos para la "palestra" (Conferencia) que voy a dar a los alumnos de allí. "Tudo bem".
Volvemos a la primera Facultad en la que había estado con Luciana, la de Arquitectura -donde estudia mi tío- y pasamos por la zona de profesores. Está todo en obras (¡Claro!, son arquitectos) y nos dirigimos a la clase en la que Luciana va a tener que impartir su materia la siguiente hora. Allí me despido de ella, tras concertar la segunda de las palestras que voy a dar allí.
Total, que como a mi tío le queda aún una hora y media de clase, abandono el recinto universitario, ya de noche cerrada, y voy a ver qué pasa en los alrededores, en Salto.
La Universidad de Salto da a una plaza grande en cuyo extremo más bajo están sus oficinas, en la parte más alta está una Iglesia, bajando a la derecha están los tornos para la entrada de los estudiantes y hacia la izquierda hay multitud de bares (llenos de universitarios, por supuesto). Hace calor y alrededor del monumento a los fundadores de Salto, muchos hacen botellón con las famosas "garrafas" de cerveza de las que ya he hablado en otra ocasión. Un poco más arriba, una pareja se está achuchando (pero mucho más comedidamente de lo que se estila en España), sentados en un banco. Alrededor de la plaza pasan muchos coches con las ventanillas bajas y la música a toda pastilla (¿no os suena?, pues parece que a los conductores de esos artefactos, efectivamente no les suena lo suficientemente alto) Un Volkswagen Escarabajo de los antiguos, modificado ("tuneado" diríamos en Vigo), pasea a tres ruedas y con una de las delanteras en el aire, pero no le hace caso nadie; al fondo oigo música, pero no es de la música bacaladera (Maldito Pana, pana, Americano -todo el verano sufriéndolo en Vigo y ahora aquí se acaba de poner de moda-), sino que suena una música distinta. Efectivamente: veo una especie de bar de la que sale música en directo. Se trata de un trío de universitarios, con más voluntad que acierto, que hacen versiones bossa de canciones que deben ser muy populares aquí porque hay "gruppies" que las tararean, incluso buena parte del público las conoce.
Entro en el bar y veo alrededor. Es como una especie de patio por el que se puede ver la torre de la iglesia. La gente sólo toma cervezas de esas de botella "maxi". Claro, ya veo por qué. Cuesta 2,50 R$ (2,50 reais = 1,05 €) con entrada al local y música en directo. Por eso me han cobrado 2,50 R$ a la entrada, coño, es que pareces parvo.
Pues nada, que me voy tomando con resignación la cerveza mientras que escucho al grupito. Hace calorcito, unos 25º a las nueve y cuarto de la noche, dos horas después de la puesta del sol, y sigo viendo alrededor. Hay momentos en los que la gente pasa olímpicamente de la música. Detrás de donde estoy, dos parejas juegan al billar. Al cabo de un rato me aburro y salgo a ver más la calle de Salto por su zona universitaria.
Pero no encuentro muchas cosas nuevas, ni muy distintas. Así como la Universidad me resultó chocante, el exterior no difiere mucho de lo que te podrías encontrar en la zona vieja de Santiago o de Salamanca, eso sí, más al estilo Brasil. Salto no parece muy distinta de Itú, salvo que hay algunas casas más altas, pocas, pero sí que son más que las que hay en Itú. ¡Ah! Y también por el río que pasa al lado de la Universidad, pero eso ya lo contaré en otro momento.

1 comentario:

  1. Me paso dos días sin entrar en tu blog y no me llega ya el tiempo para leer tus comentarios, son las 00.15 y ya va siendo hor de retirarse. Continuas en tu salsa,parece que te sientan bien los aires brasileiros... Suerte con las palestras

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