viernes, 15 de octubre de 2010

No meio do mato

Ayer celebramos el cumpleaños de uno de los hijos de mis primos "en medio de la selva" (y esto va con doble sentido). El lugar se llamaba "No meio do mato" (En medio de la selva) y en su interior nada muy distinto de lo que te puedes encontrar en cualquier otro establecimiento similar en España, salvo que éste contaba con un cubículo para fumadores, y la mitad del espacio estaba ocupado por los padres de las "crianças" poniéndose tibios de cervezas, cuyos vasos nunca podían estar vacíos porque siempre había un camarero rellenando el vaso (Me sorprendió que rellenasen los vasos abriendo latas de cervezas en vez de usar grifos, pero bueno, será costumbre aquí).
Hasta aquí todo (?) normal, o casi normal ¿no? Pues bien, lo que me ha dejado epatado fue que el local en cuestión tenía servicio de aparcacoches, como si fuese el emporio más glamuroso de la noche madrileña en la calle Serrano. Y ojo: no uno ni dos, sino más de ocho llegué a contar. Todos correctamente uniformados, pantalón gris marengo, camisa blanca, placa de identificación... En la foto podéis ver un grupo de ellos y el bolsito con el número identificativo y el control de seguridad por tarjeta de cada uno de los coches aparcados.
Evidentemente esto en España sería inviable salvo que el establecimiento se dedicase a yo-que-sé cumpleaños de los hijos de los jeques árabes en Marbella o algo así. Pero claro, Brasil es diferente. Aquí un sueldo de uno de estos aparcacoches puede estar en torno a los 600 R$ (600 reáis = 250 €). Y un cumpleaños con unos cien niños invitados más sus padres más las cervezas más la tirolina a lo Indiana Jones más el pastel y las fotos familiares en un marco incomparable de Mario Bros. más el mini futbolín humano, más el tobogán gigante, más las dos chicas pintando y haciendo trenzas brasileñas a las niñas, más los cuatro vigilantes de seguridad, más yo-qué-sé más... no sé cuánto le habrá costado a mi primo, pero se lo preguntaré... Evidentemente aquí el nivel de coste de la vida es mucho más bajo que en España, pero hay cosas que no dejan de sorprenderme. A veces creo que estoy "no meio do mato". ¡Ah! Eso sí... cuando llegamos dejamos el coche justo en la puerta con el morro hacia adentro, y a la hora de salir teníamos el coche justo en la puerta con el morro hacia afuera... Los chicos, muy profesionales.

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