miércoles, 1 de diciembre de 2010

En el barrio (2ª parte)

Ya lo sabéis: en este blog también está prohibido entrar con bicicleta, con animales domésticos o sin camisa...
A veces me pregunto si el analfabetismo tan extendido entre las clases más desfavorecidas de Brasil no es lo que causa cosas como ésta, porque desde luego, aprender a leer para leer carteles como el de la foto es para no aprender a leer nunca. Vamos a ver, si alguien es tan inculto como para no saber las normas básicas de educación cuando se entra en un lugar público como el que tiene este cartel, lo más seguro es que no sepa leer. Y, al contrario, digo yo que los que saben leer no deben de tener problemas para aplicar unas básicas normas de educación como las que pide el cartel.
Pero Brasil es diferente... En todo el barrio se ven carteles como éste a la entrada de los comercios y de los bares o carteles parecidos. El de la foto está en la central del servicio de autobuses, un poco más abajo de mi casa. A mí aún me hacen gracia esta clase de anuncios, pero reconozco que cada vez me sorprenden menos (a fuerza de verlos por todos lados).
Hablando del autobús, lo de esta mañana ha sido una "experiencia religiosa": En un momento dado (me tomé la molestia de contar) íbamos ciento veintitrés personas en un autobús de cincuenta y tres plazas (36 sentadas y 17 de pie, según el cartel de la puerta) Y al autobusero le importaba un bledo cómo íbamos de ensardinados; el tío seguía a su ritmo de comerse al coche de delante y saltar en cada uno de los resaltos (ver aquí), con lo que la gente se te clavaba en la espalda o en el sobaco, dependiendo de la orientación de las sardinas, digo, de las personas. Y es que el transporte público no es lo mejor que tiene este país... Ni sus carteles...

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